Porque los
cambios en Paraguay son tan difíciles
Todos nos quejamos de la situación en Paraguay. Por las
redes sociales, en los asados con amigos, en las charlas con taxistas o
conductores de Uber, con nuestros “socios” del tercer tiempo, etc. Pero cuando
se presenta la oportunidad de hacer algo consistente, de contribuir, pasar a la
acción, son unos cuantos valientes y “soñadores” los que hacen honor a esas palabras esgrimidas con enojo y quizás algunas cervezas de más en su
momento…
En otros países son
muchos más seres humanos, que se comprometen y hacen acto de presencia,
puntualmente y sin excusas. Pienso en mis paisanos alemanes…
“Ah, pero son alemanes,
disciplinados y cumplidores” escucho decir por ahí… Cierto. Pero también ellos
en algún momento tuvieron que dar el primer paso. Tuvieron que remangarse y
tomar la cosa en serio. Quizás no queda de otra cuando ves tu casa y la de tu
vecino en ruinas por los incesantes bombardeos… como los que se sucedían día y
noche durante la Segunda Guerra Mundial,
y aunque fue hace ya casi 80 años, permanece en el legado familiar el
recuerdo macabro pero a la postre aleccionador y sanador.
¿Y dónde están los recuerdos que nos impulsan aquí en
Paraguay? ¿Acaso la Guerra Guazú no perdura
en la memoria de las familias?
O quizás nos hemos quedado estancados ahí mismo en
la historia y simplemente no conseguimos salir de nuestra postura de víctimas,
que en realidad debería ser la de perdedores
aunque suene mal.
La lección más amarga, dura y no exenta de traumas del
pueblo alemán fue la de admitir el fracaso, la debacle de un Tercer Reich y
todo lo que llevo a su existencia.
A partir de entonces no quedó otra cosa que callarse y
trabajar. Ya no se hablaba sobre lo que había pasado y en realidad a los
alemanes de la posguerra los invadió una obsesión casi enfermiza de volver a
ser grandes, pero esta vez sin cometer el mismo error. Y lo consiguieron... los
resultados están a la vista.
¿Ahora bien, dónde está Paraguay y los paraguayos?
En realidad seguimos sin haber admitido que somos
los perdedores. Y que seguimos siendo saqueados y robados a diario.
Pero no lo hemos perdido todo. Y quizás eso sea exactamente lo que nos
falte. Perderlo todo para callarnos, dejar de llorar y ponernos a
trabajar.
¿Imagínense lo que les puede ocurrir a corruptos o a aquellos
que quieran aprovecharse de la situación en la que no hay bocado con que
alimentar a tus hijos?
Pero mientras que no admitamos que hemos perdido no
solamente la guerra sino que seguimos perdiendo, y que los ganadores son unos cuantos sátrapas y nuestros
propios paisanos, es difícil que Paraguay
pueda hallar su grandeza y erigirse en lo que realmente yace en lo profundo de
su ser.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario